domingo, 10 de junio de 2007

-Habla el Führer ante la camara alta

Ante la agricultura alemana

¡Señor presidente!, ¡señores!:

Si podemos celebrar hoy otra sesión bajo la bandera negro-blanco-roja y bajo el símbolo del renacimiento nacional en Alemania es quizás porque el campesino alemán ha tomado grandísima parte en este nuevo curso histórico de nuestro destino. Se habla tanto de los motivos que determinan individualmente las acciones de los gobiernos y se olvida que todas las medidas adoptadas en ciertos tiempos tienen una misma raíz. Las acciones de años que están detrás de nosotros han partido también de una raíz y, exactamente ocurrirá con las de aquel tiempo que yace ante nosotros, que también de una raíz tendrán que partir.

Al hablar aquí en nombre del gobierno nacional, quiero hablar de la tendencia de que este necesita. Nos llamamos hoy un gobierno del levantamiento alemán, de la revolución nacional. Queremos decir con ello que este gobierno se siente y considera conscientemente como una representación de los intereses del pueblo alemán. Debe ser asimismo una representación de los campesinos alemanes, pues no puedo defender los intereses de un pueblo si al fin no reconozco la fuerza más importante en una clase social que significa efectivamente el porvenir de la nación.

Si paso la vista por sobre todos los fenómenos aislados de la economía, por sobre todas las transformaciones políticas, al fin queda siempre la cuestión esencial de la conservación de la nacionalidad en si. Esta cuestión solo podrá ser resuelta favorablemente cuando haya quedado resuelto el problema de la conservación de los campesinos. Que un pueblo podía existir sin ciudadanos, nos lo enseña la historia, que no es capaz de vivir sin campesinos, lo hubiera demostrado en un tiempo la historia si hubiese persistido el antiguo sistema. Todas las oscilaciones son al fin tolerables, todos los reveses de la suerte pueden ser conllevados siempre que exista una clase campesina fuerte. En tanto que un pueblo pueda contar con una clase campesina fuerte, sacara de ella, una vez y todas, nuevos bríos y nuevas fuerzas. Creédmelo, señores, la revolución que yace tras nosotros no hubiera sido posible si parte del pueblo del campo no hubiese militado en nuestras filas. Hubiera sido imposible conquistar solo en las ciudades todas aquellas posiciones de salida que también en nuestras acciones nos han dado el peso de la legalidad. Al campesino alemán debe, pues, el pueblo alemán la renovación, el levantamiento y con ello la revolución que ha de conducir al saneamiento general de las condiciones alemanas.

Todo gobierno que nos pare miente en la importancia de este fundamento portante. No podrá ser más que un gobierno del momento. Podrá dominar y gobernar por espacio de algunos años, pero nunca llegara a obtener éxitos duraderos ni mucho menos eternos, puesto que estos exigen que se comprenda una vez y otra la necesidad de la conservación del propio espacio de vida y, por consiguiente, de la propia clase campesina. Este reconocimiento fundamental exige la necesidad de obrar en numerosos sectores y la esencia de innumerables resoluciones individuales; servirá de idea fundamental y se sobrepondrá constantemente a todas nuestras acciones y a nuestras resoluciones.

Pensando de manera tan fundamental no se perderá jamás el suelo bajo los pies, darán siempre y primeramente con lo justo, aun cuando los hombres, que todos lo somos, no hayan elegido y hallado temporalmente, una vez que otra, lo justo y verdadero. Creo por tal razón que este gobierno, viendo su misión en la conservación de la nacionalidad alemana, la cual, a su vez, esta atendida principalmente a la conservación del campesino alemán, no tomara nunca resoluciones falsas. Puede que aquí y allá yerre en sus medios, pero no lo hará nunca en lo esencial y fundamental.

Es cuestión de valor no ver solamente las cosas tal cual ellas son. Habrá que romper con muchas tradiciones antiguas, habrá en algunos casos que verse precisado a oponerse a la opinión pública. Podrá hacerse esto tanto mejor y tanto mas pronto, mientras mas cerrado este un bloque de la nación detrás del gobierno. Una cosa es imposible: que un regimiento sea capaz al fin de pelear hacia todas direcciones. Si es que un gobierno lucha por la conservación de la nacionalidad alemana y consiguientemente por la del campesino alemán, es precisamente esta nacionalidad la que ha de secundar las acciones y los hechos del gobierno. Esto le da entonces aquella estabilidad interior que necesita para adoptar resoluciones que por el momento son difíciles de defender, pero que forzosamente hay que adoptar y cuyo éxito no podrán ver en el acto nuestros hermanos obcecados en un principio, pero de quienes se sabe que acabaran por contribuir a la salvación de toda la nación.

Si los campesinos alemanes han encontrado hoy una gran fusión, el hecho de poner grandes masas del pueblo detrás del gobierno facilitara grandemente la actuación de este en lo futuro. Creo que en este gobierno no hay nadie que no este animado del sincero deseo de llegar a esta estrecha colaboración. En la solución de este problema vemos al mismo tiempo la salvación del Pueblo Alemán en lo futuro, no solo para 1933 o 1934, sino para los tiempos más remotos.

Estamos dispuestos a adoptar aquellas medidas, y a ponerlas en práctica en los próximos años, de las cuales sabemos que las generaciones venideras las reconocerán como justas y las fijaran definitivamente.

Ya era tiempo de encontrar la fuerza para adoptar resoluciones a las cuales debemos, en el mas profundo y ultimo sentido, la salvación de la Nación Alemana.

Estamos dispuestos a echar sobre nuestros hombros tan difícil lucha. Por la ley de autorización se ha conseguido que la acción de salvación del Pueblo Alemán se libere y desprenda por primera vez de las intenciones y consideraciones de partido de la que ha sido hasta ahora la representación del pueblo. Podremos hacer ahora con ella lo que creamos necesario para el porvenir de la nación pensándolo despacio y con sangre fría. Se han creado las presuposiciones puramente legales para su consecución. Eso si que es necesario que el pueblo tome parte activa en nuestra labor. Que no crea que la nación no tiene ya necesidad de tomar parte en la formación de nuestro destino por la sencilla razón de que el parlamento no es ya capaz de intervenir, inhibiéndolas, en las resoluciones. Todo lo contrario, lo que queremos es que el Pueblo Alemán vuelva en si precisamente ahora y se ponga detrás del gobierno cooperando vivamente. Se ha de llegar al punto de que cuando volvamos a apelar nuevamente a la nación, pasados unos cuatro años, no nos dirijamos a hombres que han dormido, sino que encontremos a un pueblo que en estos años ha despertado finalmente de su hipnosis parlamentaria y posea los reconocimientos necesarios para comprender las eternas presuposiciones de la vida.

Se que la labor que nos espera contiene problemas de enorme gravedad. No sólo porque al cabo de quince años de no apreciar las presuposiciones mas naturales de la vida debemos empezar con los principios mas sencillos de la razón, sino porque durante este tiempo ha tenido lugar un inaudito enlazamiento de intereses y no se puede dar un solo paso sin tropezar con corrupciones que hay que exterminar a toda costa, ya sean de carácter espiritual o material. Sea como se quiera, este problema tiene que ser resuelto, y se resolverá. Si el Pueblo Alemán conoce detrás de si milenios de un destino lleno de vicisitudes, no ha de ser la voluntad de la providencia el que antes de nosotros se haya luchado y sacrificado para que las futuras generaciones echen a perder su vida ellas mismas y no puedan entrar en los milenios del porvenir. Las grandes luchas del pasado hubieran sido inútiles si dejásemos de luchar por el futuro.

Los sacrificios que nosotros mismos hemos hecho por la conservación del Reich, han sido pesados. La generación que peleo en esta guerra mundial ha sufrido lo indecible. No es justo poner solo esto en la cuenta, pues debemos pensar en lo que han hecho, sufrido y batallado las generaciones que nos precedieron. Debemos contar la suma total de los sacrificios hechos antes de nosotros, no para que una generación capitule ante el destino y se extingan las de los tiempos futuros, sino en la esperanza de que cada generación cumpla, por su parte, con su deber en esta eterna sucesión de generaciones.

Ante nosotros se levanta hoy este deber exhortándonos a su cumplimiento. Por espacio de quince años se han cometido los más graves pecados, sin excepción alguna, unos conscientemente activos, otros pasivamente por toleración. A nosotros nos toca proceder juntos y de acuerdo para borrar las huellas de este tiempo.

El problema podrá ser muy grande, pero si ha de ser resuelto, habrá que resolverlo. Rige también aquí la eterna máxima: donde reina una voluntad inquebrantable, podrá quebrantarse igualmente una época de penuria.

El enemigo de los pueblos

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